23 Lances

Un detalle mínimo, como todo eso que cuenta. Él deja caer la mano, el brazo se balancea, los dedos buscan: sienten el suelo duro, frío, y escapan antes de encontrar el barro, suben por las patas del asiento, bucean en el aire, en una ceguera táctil casi dolorosa.
Tres décimas de segundo, diez, hasta que siente y entonces sube; también bucea ciegamente, pero en su último balanceo sabe que va a encontrar: a mitad de camino ya no necesita seguir. La otra mano también bucea: las dos se encuentran y sin darse cuenta se relajan los músculos y las dos descienden en caída libre, entrelazadas.
Alguien sorbe el café, en un asiento cercano. Una nariz se sube los lentes y otea por la ventana. Ríe una niña, alguien revisa la cartera y saca una billetera. La pareja permanece sentada: él en el asiento cercano al de ella, que ya cansada, trata de mantener los ojos abiertos. Los dedos susurran por lo bajo.

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