Entonces, las sutiles evasiones; la sensualidad en una mirada, una foto en alguna página de mala muerte o las palabras de un inmortal. Una caricia, un te quiero que dura lo que dos vidas o se marchita con el tiempo, una muerte que quizás no deja cicatrices, el apuro del que vive y quiere trascender. Trascender, ¿adónde? Somos tan ambiciosos en nuestra exigüidad. ¿Importa? Seguimos levantando castillos, desatando nudos y anudando vidas, construyendo un hormiguero gigantesco que es destruido por la lluvia, y durmiendo colgados de los árboles. Llenando páginas y páginas de anhelos de grandeza o necesidades ocultas, confesiones y vanidades, quejas por nuestra idiotez y deseos insatisfechos. Escribimos algo que parece ser una respuesta pero es, al final, una pregunta, o el derrumbe de todo lo que creíamos creer.
Y al final, siempre terminamos tirando K-Otrina antes de salir.
Y al final, siempre terminamos tirando K-Otrina antes de salir.
Pintura: Wake (1974-76) Matta
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