24 Lamentablemente, volveremos

Los gritos, los preparativos de último momento. Días, meses juntando unos billetes que desaparecerán en un abrir y cerrar de ojos, en una muda de ropa. Dos, tres, siete, veinte días de vacaciones que se esfuman demasiado rápido para el que luego vuelve a sumergirse en el tedio de una rutina inflexible que demasiado a menudo lo deshumaniza transformándolo en un mero objeto productivo, un número, una máquina presa del dinero, el deber y la burocracia.
Entonces, las sutiles evasiones; la sensualidad en una mirada, una foto en alguna página de mala muerte o las palabras de un inmortal. Una caricia, un te quiero que dura lo que dos vidas o se marchita con el tiempo, una muerte que quizás no deja cicatrices, el apuro del que vive y quiere trascender. Trascender, ¿adónde? Somos tan ambiciosos en nuestra exigüidad. ¿Importa? Seguimos levantando castillos, desatando nudos y anudando vidas, construyendo un hormiguero gigantesco que es destruido por la lluvia, y durmiendo colgados de los árboles. Llenando páginas y páginas de anhelos de grandeza o necesidades ocultas, confesiones y vanidades, quejas por nuestra idiotez y deseos insatisfechos. Escribimos algo que parece ser una respuesta pero es, al final, una pregunta, o el derrumbe de todo lo que creíamos creer.
Y al final, siempre terminamos tirando K-Otrina antes de salir.


1 comentario: