La anhela en su trayecto, viéndola deslizarse tan melindrosa, pegada a las paredes de vidrio verde, indolente y perezosa, ausente detrás del vidrio, siempre ausente. La espera, la última de boca roja; acaricia las curvas verdes, frías, y la mira con ojos febriles de madrugada, de insomnio y calles desiertas. La imagina, de cuerpo fuerte y fresco, o quizás sedosa y sutil, con perfume a robledal; la respira, y ella no termina de deslizarse, capitosa. Calla el silencio en la noche, callan una guitarra y un acordeón. Las luces titilan, mosquitas insidiosas danzando en manchones blancuzcos; los autos no transitan al costado del mundo. Y en el vacío frío de brisa indiferente, ella no acaba de aparecerse, tan linda, tan roja, reticentemente líquida, la última compañía de labios rubí, la última que no se asoma; la última, tan ausente.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Una escritora incipiente, Gisel?
ResponderEliminarBuen blog y buenos relatos!
me encanta lo que escribes
ResponderEliminares precioso...
me ase sentir muchas cosas
provocas que mi imaginacion vuele a mil...
me encanta
besos
te estare leyendo