23 ¿Excusas?


La cosa ya venía mal hace rato. Es decir, todo lo mal que pueden estar las cosas para uno en contraste con todo lo mal que suelen estar las cosas para los otros. Si no solía llevarle el apunte a lo mal que estaba todo para él era porque le daba un poco de vergüenza prestarse atención por demasiado tiempo. Se sentía muy egoísta de sólo pensarlo, y había cosas más importantes que andar pensando en lo mal que se sienten las cosas. Pero para qué negarlo, ese día las cosas simplemente se presentaron mal. Peor, incluso, de lo que habían estado antes. Y no eran sólo problemas económicos (aunque nunca faltaban), ni laborales, ni familiares. Algo se había estado incubando y sólo ahora se hacía sentir. Aún no alcanzaba a darse cuenta qué, pero le molestaba. Y estaba mal, aunque no pudiera definir cuánto, cómo, por qué.
No alcanzaba a definirlo ni quería hacerlo porque a pesar del sentimiento, en su vida todo marchaba bastante bien. Nina había quedado embarazada cuatro meses atrás y se querían, todavía conservaba el laburo y su madre seguía viviendo, postrada en la cama, pero viva. Algún día le iba a poder pagar la silla de ruedas y la rehabilitación; estaba trabajando más por ella y por el bebé; los dos estaban trabajando más. Nina era un gran apoyo, a pesar de que se enfadaba muy rápidamente y a veces no lograba comprenderlo. Lo quería, como lo quería el jefe que siempre lo trataba con indulgencia y le seguía renovando el contrato a pesar de que él no había terminado la secundaria.
Así que él no entendía por qué las cosas estaban mal. Tenía una buena vida: alquilaban un departamento que era chiquito pero barato, iba a ser papá, tenían ropa cómoda y algo para comer todas las noches, Boca le daba un alegrón algunos fines de semanas, y a veces podía ir a verlo ganar en la cancha...
Esa noche se tiró en el sillón frente a la tele. Estaban las chicas bailando con trapos de colores y luces por todos lados. Ella pasó hacia la cocina con un plato sucio. La panza empezaba a abultársele.
-Gorda, ¿vos sos feliz?
Se lo preguntó casi sin pensarlo. Ella lavaba el plato en al cocina.
- Estamos bien... El doctor dijo que el bebé está bien. Sí, Mario, creo que sí.
Se quedaron viendo la tele hasta las once. Entonces ella se fue a acostar -tenía los pies hinchados y estaba cansada- y él salió a comprar cigarrillos. No llevó plata porque el del kiosco le fiaba. El cielo estaba feo.
Mientras fumaba al lado de un vecino del edificio, un pibe que nunca hablaba mucho, se dijo que nada estaba mal. La cosa venía bien encaminada desde hacía rato. Las cosas habían mejorado desde el 2001 y parecía que iban a seguir bien. El bebé le iba a alegrar los días y todo eso. Había una brisa fresca, fumar en una noche así era agradable. Le cosquilleaban los dedos, ese algo seguía haciéndose sentir. Pero él no era un bicho como para hacerle caso a esas sensaciones. No, no era un bicho, era un hombre. Y todo estaba bien, aunque no lo sintiera así. Él lo sabía.

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