23 Todo fluye (nota sentimental)

Martín la amó bajo el quejido de un ventilador de hotel, un río azotado por el viento que regaló su piel e izó las aguas; Martín tocó su cuerpo inasible de piel sudada, se sumergió en el vino y bebió de sus mejillas, olió su selva de flora salvaje y la perdió. Martín se ató en las sábanas blancas secadas al sol de una lámpara habitada por mosquitas. Ella le susurró las cosas más bellas al oído; él sólo dijo
shhh

Perdoname no poder compensarte con palabras
habría aceptado cualquier cosa en el silencio absurdo del pensamiento y cualquier designio
- te lo dije y fue inexacto, pero ya no volvería a afirmarlo.
Deberías echarme la culpa,
prohibirme la imaginación, el cansancio, la curiosidad,
así no tendría que leer tu mirada desde la lejanía
a la que yo no puedo querer, porque no quiero querer a nadie.
Tu mirada escribe lindo, modula suave, y deja caer los párpados cuando besa.

¿qué podrías responder?

Martín la amó despacio, suave, embriagado de un vino rojo que, dicen, dice mentiras de espuma de mar; ella le echó los brazos al cuello y lo acarició en puntas de pie, y besó su oreja con la misma espuma.
Fue efímero.
No puede ser mentira eso que se ensortija en tu cuerpo y se ancla en el pelo y tus ojos, lo que te acaricia mar adentro, susurró todo en el cuarto. Un pliegue de sábana líquida, un rastro de pies en la loza, un roce del terciopelo, el techo verde, las luces calladas, la puerta.


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