Epílogo

El flaco llora como si se hubiera muerto alguien. Llevaba un manojo de hojas tamaño oficio debajo del brazo cuando vio que una nena no llegaba a cruzar las vías y venía el tren. Y se lanzó nomás, pero en el apuro de las zapatillas corriendo sobre las piedras a lo Baywatch, los lentes que caían se rayaron contra el piso, el atado se soltó y las hojas salieron volando como una bolsa en el viento. El tren pasó tocando bocina, y la gente se quedó mirando muda. La nena no lloraba, pero el chabón sí, y se sorbía los mocos con ruido. Las hojas volaban todavía cuando ya el tren había pasado y la madre histérica de miedo corría y le decía soltala, soltala que todavía están cerca de las vías, y lo zarandeaba y se la arrancaba del brazo. Era un pibe flaco; de repente estaba rodeado y la gente ya lo alzaba, le golpeaba la espalda, lo abrazaba y le preguntaba si estaba bien, que no se preocupara que gracias a él no había pasado nada, sos un héroe flaco, un héroe. Y de tanto pasárselo de brazo en brazo al final lo hicieron sonreír, y se pasó la mano por la cara, enjuagándose las lágrimas con algo de torpeza. Y entonces todos tiraron los gorros al cielo y festejaron, y alguien lo alzó en andas y dijo hay que armarle un monumento che!, y se hizo, de bronce, tres metros de alto a cinco metros de las vías, bien sólido y artístico. Y el nombre del pibe corrió de boca en boca y de calle en calle, y cincuenta años después cuando alguien preguntaba, che a quién se debe este nombre ridículo, la historia todavía se sabía, más respeto que fue un muchacho que salvó a una nena en la época en que era pibe tu padre. Y el pibe entonces se reía con dientes grandes en su cuerpo flaco, y buscaba los lentes pero iba a haber que hacer unos nuevos, y alguien le decía che querés que te ayude a buscar las hojas pero no lo hacían porque tenía otra copia en casa, en la computadora. Y estaba tan ansioso que se fumaba un pucho tras otro ya, y lo querían llevar al bar de Cholo, que achacoso y todo seguía sirviendo, pero dijo que mejor no, que mejor imprimía otra copia, y ya se iba con las zapatillas empolvadas cuando le dijeron esperá flaco, te acompañamos, y se fue con escolta por entre las casas y el barrio de monoblocs, frente al almacén y los jardines, haciendo tantísimo quilombo hasta el edificio del 4°10.

1 comentario:

  1. muy bueno... me gusto... y lo que escribiste en tur perfil no se si reirme o lloraar por que es muuy dramatico

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