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"... y les pegó una paliza...", dicho con una voluptuosidad, ¡no!, un placer vengativo bárbaro; en realidad no fue el guarda el que le pegó a la pareja de punguistas hasta que se le cansaron los brazos (los punguistas salieron al día siguiente y siguieron afanando, vendados), fue el tachero, el tachero que les sigue pegando en cada palabra, pero no lo confiesa, que quisiera poder pegarles hasta cansarse, pero no tiene uniforme, que acumula deseos de venganza y se desquita en la imaginación, se desquita proyectándose y viendo películas yanquis en donde los buenos ganan después de tirotear y golpear hasta sacar sangre como para llenar una piscina; el tachero quiere ser guarda pero está encerrado en el taxi, el tachero quiere ser héroe de película pero sólo le roban punguistas, el tachero conoce la fisonomía de cada una de las minas que roban en Retiro, te las describe con bronca y después te dice, con sadismo mal contenido, "les dio para que tengan, guarden y no se olviden".

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