16,30 Verano II

Surca el tiempo con sonido imperceptible, el sordo silbido de lo que corta el aire, una mañana antes de que el sol llegue a su cenit y caliente demasiado. Cae, un haz de ondas líquidas se alejan del epicentro; sopla el viento y la superficie se agita. Una, otra, forman una laguna en medio del desierto de concreto. Entonces cae un zapato y las aguas se dividen; el cuero marrón se despega de la cuenca seca. Las gotas, dispersas, se resignan a morir solas sin llegar al mediodía, a volver a sufrir la pena del condenado Ícaro ascendente, a volver a surcar el tiempo con sonido imperceptible ante la ceguera de los ídolos de piedra.

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