19 Instantáneas

Patricia, te googleé porque no me acordaba tu nombre. Escribí tu apellido y saltaste, ahí, Patricia, cúmulo de datos biográficos que se supone constituyen tu vida (por qué será que los datos biográficos son siempre tan banales, son siempre lo que menos importa) en una página cualquiera en una esquina cualquiera de ese espacio cualquiera que es Internet. Estaba por cerrar la página, defraudado por no haber encontrado nada interesante, cuando se me ocurrió buscar en la parte de imágenes y justo apareció una foto tuya. No era una foto de documento o de alguna conferencia o evento importante. Un loco te la sacó cuando estabas distraída en una librería leyendo: era de la época de Alfonsín - lo sé porque el año aparecía en una de las esquinas, y vos me contaste que en esa época, como no tenías plata, aprovechabas a leer en El Ateneo- y tenías el pelo más largo de lo que lo tenés ahora, y la piel menos tostada. Usabas zapatillas deportivas y te mordías un labio. Ibas por la mitad de un libro, pero saliste mal, porque no era la típica imagen de persona leyendo un libro: no estabas ni absorta ni tranquila, ni emocionada, ni parecía que te costara o te aburriera el tema. De hecho, tenías un ojo como desviado, y la mano que sostenía el libro estaba en una posición extraña. Si tuviera esa parte de Contrapunto la citaría, porque viene al pelo: vos, que en persona sos tan enérgica y dinámica, saliste como un Everard Webley, como un artefacto derruido y simplón. Cuanto más veo la foto más me extraña: ¿dónde está acá Patricia, en esta mano como garra y la cabeza mal ladeada, en el libro en esa posición precaria, en la mueca que forma su boca y el ojo que apunta al infinito? En Internet (en todos lados) Patricia no será más que eso, un currículum que pocos van a leer y una foto casi graciosa que engaña, que miente, que exhibe la imagen de un ersatz de mujer, de una impostora que no existe más que en la foto de un loco.

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