20,30 Expósito

Está viendo todo desde el lado de afuera de la ventana, el viejo. El disfrute de la gente alrededor del asado en una fiesta mientras afuera cae una lluvia amarga. Él sólo tiene como compañía tres fantasmas producto de su imaginación que, encima, son cada vez más difusos. También sus contornos son cada vez más difusos: él se disuelve, volátil; es amplísimo, tanto que, introspectivamente, al verse no ve nada más sólido que un algo potencialmente infinito, indefinido, enteramente fragmentado, tembloroso como la mano que aferra el cigarro. Mirá lo que pensás a esta edad, viejo, en la que todos más o menos ya encontraron una base firme sobre la que reposar, viejo. Él mira desde la vereda, bajo la parada del colectivo. Nunca consiguió sentir el calor de la gente alrededor del mate, como esos que ahora toman el brebaje del otro lado de la ventana, y quizás, por eso, siempre dudó de los sagrados valores familiares, el asado, la yerba y la cocina. Fue un doble el que disfrutó del calor de esa niñez difuminada en el recuerdo, algún doble iluso, cándido, algún muñón perdido en el camino, salvajemente saboteado por dos aliados tan contradictorios y complementarios como el miedo conservador y la curiosidad audaz.
Mate con facturas, una sobremesa eterna de domingo lluvioso y tortas fritas. El viejo que espera al colectivo observa, tan lejos de todo y de casa, tan largo el viaje en el colectivo que no llega. ¿Irá a parar, el próximo que pase? Mirá los planteos que hacés, viejo, a esta edad; todavía podrías caminar un rato. Muchos años atrás aprendiste a llevar paraguas, por las dudas; la lluvia amainó un poco. Mirá los planteos que hacés, como si fueras el único con miedo a morirse solo y lejos de casa, de alguien; no sos el único que, avergonzado, no quiere aceptar, nombrar lo absurdo. Su ser amplísimo sesgado por el paso del tiempo, todos los caminos cortados en una encrucijada, creador y criatura velados finalmente, en una parada frente a la casa que miró con sus desaparecidos fantasmas, tan lejano, tan frío como la lluvia amarga, tomó el colectivo y miró por la ventana, desde afuera, el paso de las casas y de los años.

1 comentario: